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¿NUESTROS ADOLESCENTES Y JÓVENES ESTÁN FORMADOS ESPIRITUALMENTE?

Si se ha dado una formación espiritual adecuada y permanente en la niñez y en la pre-adolescencia, por lo general nos encontraremos con adolescentes o jóvenes deseosos de conocer los medios que le pueden llevar a la autenticidad y a la vivencia coherente de su fe. Si por el contrario, no han tenido esta formación, deberemos estimar en su justo valor las ventajas y desventajas ofrecidas por estas etapas para llevarles a encontrar el sentido de su vida a la luz de la fe. Por una parte, su juventud les propone ideales y deseos de transformar la sociedad. Buscan y necesitan modelos, y el mayor que podemos presentarles es Cristo. Son críticos y rechazan cuanto les parece mal en sus mayores, aman y admiran a sus formadores auténticos. Necesitan ser vistos con esperanza y sentir que se confía en ellos. Por otro lado, los medios de comunicación social no dejan de bombardearlos continuamente con anti-valores, y ello se refleja en: 1) Frialdad e inmadurez en la vivencia religiosa, a lo cual sigue la huida de todo compromiso y esfuerzo espiritual 2) Deseo y búsqueda de una libertad mal entendida. Cuántas mentes juveniles vegetan en la penumbra, en el crepúsculo, en una incertidumbre penosa. Se creen libres, porque no están sujetos a nada; se creen inteligentes porque someten todo a discusión; se creen grandes, porque tienen la enfermedad de la duda que les desvincula de toda solidaridad en el diálogo con los demás y con sus propias certezas, y todo porque no conocen ni tienen a Cristo 3) Poner el valor personal en lo que se tiene, o en lo que se hace, y no en lo que se es. Hemos visto con pena cómo otros muchos no encontraban el sentido de sus vidas. Optaban y siguen optando por otros caminos fáciles que no conducen ni a la realización completa del hombre ni a su eterna salvación: acumular riquezas, dejarse arrastrar por placeres efímeros o vanidades mundanas, adquirir prestigio o poder. Por desgracia, un buen número de jóvenes, se siente como encandilado por todos estos ofrecimientos de una sociedad cada vez más materialista. Muchos de ellos, desengañados de todo, emprenden la fuga hacia la droga, el sexo o el alcohol arruinando su existencia y vendiendo su felicidad por un plato de lentejas. 4) Sed espiritual pero, miedo al compromiso. Pueden sentirse atraídos a sectas y modas pasajeras. 5) Conciencia poco formada o deformada. Comenta un conocido teólogo suizo: “El joven quiere ser distinto de los demás, aspira a lo sublime y a una mayor libertad, pero se viene abajo, se queda rezagado por detrás de su ideal y poco a poco se resigna también a ser “uno más”. (Hans Urs von Balthasar, Tu coronas el año con tu gracia. Encuentro Ediciones. 1997, p. 235).

Puntos claves en la dirección de los adolescentes y jóvenes a) El orientador debe tener liderazgo humano y espiritual; así será admirado y aceptado por el adolescente. b) El orientador debe volverse un amigo para el adolescente o el joven, mostrando verdadero interés por su persona. Debe «hablar su idioma»; no comportarse como adolescente porque perdería ascendencia, pero sí mantenerse cercano, compartiendo sus intereses, sus problemas, sus inquietudes, sus dificultades. c) Formar su conciencia, su voluntad, sus sentimientos. Darles las herramientas necesarias para transformarse en adultos maduros y coherentes. Nos toca vivir en una época en la que es muy fácil la desorientación de los criterios morales y éticos. En efecto, estamos asistiendo a una desorientación gigantesca de la conciencia individual y social, hasta el punto de que a muchos les resulta difícil distinguir los límites de lo bueno y lo malo… Por ejemplo, nunca como hoy ha sido el hombre tan sensible a su libertad y nunca ha hecho peor uso de ella: así por un lado escribe una carta de los derechos humanos, y, por otro los suprime de raíz por el aborto, la eutanasia… Por un lado proclama a los cuatro vientos la propia madurez, y, por otro, adopta como pauta de comportamiento normas tan volubles como la opinión pública, los eslogans de moda y los modelos culturales y sociales del momento. d) Presentarles ideales altos, proponerles retos adecuados pero exigentes a la vez, siempre motivando y acompañando. Darles metas concretas a corto, mediano y largo plazo para que ellos puedan observar los logros y avances. e) Salir al paso cuando no puede o no sabe abrirse por sí mismo. Hacerse el encontradizo, buscarlo. No podemos conformarnos y esperar sentados a que vengan por sí mismos. Aquí sería bueno preguntarnos: ¿conocemos «por su propio nombre» a cada joven que nos ha sido confiada? ¿Ha llegado a establecerse un diálogo cordial, ha tenido lugar una apertura total por parte de ella? ¿O el que no haya quitado todas las barreras que celan su intimidad no se deberá a alguna desatención por parte nuestra? ¿Hemos sabido crear una atmósfera de confianza en torno a ellas? ¿No se habrán sentido rechazadas y heridas jóvenes dotadas positivamente de sensibilidad fina y de aspiraciones espirituales elevadas, ante nuestro modo de ser quizá desatento, falto de tacto, no siempre equitativo o auténtico en nuestras funciones como formadoras? Antes de apelar al sentido de fe, facilitémosles las cosas esforzándonos sinceramente por vivir nuestro estatuto de cortesía, delicadeza, deferencia, atención, sentido de justicia, equidad y objetividad en nuestros juicios y de serenidad en nuestras decisiones. La directora espiritual es a la vez mujer de Dios, maestra, madre, amiga y hermana que sabe acoger, escuchar, comprender y, sobre todo, al caso, salir al paso y ofrecer ocasión para el encuentro cuando el alma atribulada no puede, no sabe o no se atreve a abrirse por sí misma. f) Ayudarle a hacerse independiente del grupo o la presión social, a tener sus propios valores y normas de conducta y a ser coherente cueste lo que cueste para no resignarse a ser uno más. g) Motivar constantemente. h) Fomentar la amistad con Cristo. Un punto esencial en la dirección espiritual de la joven se dirige a llevarle al descubrimiento de un Dios personal, Creador y Padre; a Jesucristo, Redentor y Amigo; y al Espíritu Santo, el mejor Socio en la lucha por ser santas. Lograr en ella una opción por Cristo como centro, criterio y modelo de su vida, y una actuación en su vida de acuerdo a sus convicciones. La meta será buscar alcanzar el amor a la vida de gracia, el cultivo y la defensa de la misma como expresión de su relación de amistad con Cristo. También la orientadora debe despertar y orientar una sana y fervorosa devoción a la Santísima Virgen María. Entre la adolescente o joven y María debe existir una relación llena de detalles, de ternura, de admiración, de oración; en una palabra, el amor y la confianza de una hija para con su madre. Esta espiritualidad Mariana, si es verdadera, conducirá a la imitación de sus virtudes. i) Llevarles a entender la verdadera libertad y su correcto uso. Confrontarlos con modelos atractivos de los hombres más libres: los santos. Necesitan claridad ante la confusión que les provoca la aparición de nuevas tendencias. Necesitan explicaciones que les ayuden a entenderse a sí mismas y los cambios que se van operando en su personalidad. Necesitan el acompañamiento de la educadora que les corrija y advierta de los peligros con suficiente anticipación. Y necesitan estar cerca de Jesús por medio de la frecuencia de los sacramentos y de experiencias fuertes que les motiven y les refuercen la vivencia de la fe cristiana. Algunos de los puntos prácticos sobre los cuales debemos trabajar para apoyar un correcto uso de la libertad, quedan mencionados a continuación • Acostumbrarlos a proceder por razones fundadas, no por imitación o comparación. • Enseñarles a distinguir entre el bien y el mal, basándose en la moral cristiana, en el ejemplo y doctrina de Jesucristo, tal y como se encuentra en el Evangelio interpretado por el Magisterio. • Hacerles reflexionar sobre sus propias decisiones, acostumbrándoles a asumir las responsabilidades y consecuencias derivadas de sus opciones. • Provocar en ellas un modo de actuar libre, por cuenta propia, y no como fruto de una conducta masificada, en base a ideas o costumbres de moda. • Darles oportunidad de responsabilizarse en cosas pequeñas y grandes, dándoles confianza y seguimiento. • Formar su voluntad a través del esfuerzo constante y del sacrificio, fomentando el dominio y el autocontrol. • Hacerles distinguir entre sentimientos y actitudes, y entre estados anímicos y realidad. • Centrar y orientar al joven, pero sin cortarle las ilusiones e ideales, ni limitar sus posibilidades. El idealismo llena estas etapas de la vida, y el orientador espiritual, por el simple hecho de ser mayor y más realista, puede parecer ante la dirigida como un pesimista que no valora sus planes y proyectos. En la dirección espiritual del adolescente se revisarán los compromisos o propósitos de vida espiritual, de su formación humana, de sus deberes de hijos, de hermanos, de amigos, de estudiante, etc. Sus relaciones con el prójimo. También:


  • El tema de su formación académica y disciplinar en el colegio o en la universidad.
  • Su vida familiar, invitándole siempre a crecer, pero sin ponerse en contraste con sus seres queridos, pues son etapas de frecuentes conflictos con la autoridad de los papás.
  • El tema del apostolado, tanto a nivel de equipo, como el apostolado del testimonio. En donde quiera que se encuentre debe vivir con coherencia y autenticidad su propia fe.
  • Ayuda a repasar las virtudes humanas y cristianas, en especial la caridad, la obediencia, la pureza, la humildad y el celo apostólico.
  • Siempre se le ha de motivar para la vivencia perseverante de su vida de gracia y la recepción de los sacramentos de la Confesión y de la Eucaristía.

Muchos adolescentes o jóvenes no cuajan, se pierden, o por lo menos no alcanzan el compromiso o grado de entrega al que Dios nuestro Señor les llamaba, por falta de la ayuda necesaria. Necesitan ayuda para hacer crecer la semilla sembrada por Dios en su alma, y así llegar a dar frutos. Esto se logra en el seno de su propia familia y entornor, la ayuda espiritual se mantiene cercana, constante y le sabe orientar en modo oportuno y motivador.