• Categoría de la entrada:Creciendo Juntos

EDUCAR EN LA VIRTUD

«Escucha, hijo mío, la instrucción de tu padre y no rechaces la enseñanza de tu madre, porque son una diadema de gracia para tu cabeza y un collar para tu cuello» (Prov 1,8-9)

El objetivo de la educación consiste en despertar la responsabilidad en los hijos para que sepan manejar personalmente su libertad. Es un arduo proceso de madurez que se lleva a cabo mediante la formación de las virtudes humanas: aquellas que manifiestan las mejores cualidades de la persona. Esto será realidad si aprenden en su hogar a ser sinceros valientes leales fuertes ordenados, optimistas, hombres de esperanza. Si se hacen capaces de responder a todas las exigencias del bien, sin claudicaciones cobardes. Hasta llegar a ser hombres de verdad. Además, será necesario formarlos en las virtudes sobrenaturales, para que alcancen la gran meta: la trascendencia del hombre, la santidad. Pero, en realidad, qué poco hablamos de virtud. Decía en un discurso Paúl Váléry: «Virtud, señores, la palabra virtud ha muerto, por lo menos está a punto de extinguirse, no la he escuchado jamás, y, es más, sólo la he oído mencionar como algo curioso o con ironía, me temo no existía periódico alguno que la imprima o se atreva a imprimirla con otro sentido que no sea el del ridículo». Sin la práctica de las virtudes toda educación cae en saco roto. Debemos redescubrir este filón tan importante en la vida del hombre. La virtud hace al ser, pero generalmente nosotros pensamos y educamos en el hacer. «¿Qué vas a hacer cuando seas grande?» En la mayoría de los casos se responde un oficio o profesión. Las personas no deben pensar tanto en lo que han de hacer sino en lo que deben ser. La VIRTUD es la elevación del ser en la persona humana. Evidentemente vemos padres preocupados por darles los medios necesarios al hijo para que estudie o llegue a ser un profesional o adquirir un oficio. Pero, ¿se dan los medios, en la misma medida, para ayudarlos a crecer en el amor, el sacrificio, la entrega, la castidad, el respeto a la vida, el trabajo, la alegría? ¿Se forman en la prudencia, o sea, en el saber actuar como debe ser en cada instante, abierto al consejo; en la Justicia, la virtud social por excelencia; en la fortaleza, para que busquen y anuncien valientemente la verdad, o criamos comodones, cobardes; en la templanza, ¿brindándoles capacidad para el dominio de sí mismos?[1] [1] Extracto del libro «El arte de ser padres», P RICARDO ENRIQUE FACCI, Pags. 49-51. Primera Edición, 1998. En estos tiempos hay una gran necesidad de volver al ejercicio de las virtudes, tanto si hablamos de virtudes humanas como cristianas. Parte de la realidad que se vive, en especial en la indiferencia que vemos reinar, es por la ausencia de la transmisión de estos grandes valores, las virtudes nos van formando como personas de bien, nos ayudan a poder plantarnos frente a un mundo que constantemente nos ofrece lo fácil, el sacrificio es una palabra que se quitó del hablar cotidiano. Se da rienda suelta ante realidades que exigen un dominio de sí ¿A qué se debe? Posiblemente a que esto no se está enseñando un joven será justo si le han enseñado a ser justo será prudente si le han enseñado a ser prudente. Tomemos conciencia del daño que se hace al no educar con conciencia. Recemos por todos lo que tenemos la noble tarea de educar, educar en las virtudes. Pidamos la gracia a Jesús quien conoce lo mas recóndito de nuestro ser y a María, la sierva humilde que con su ejemplo de vida nos enseñó el valor del sacrificio.

Hna Vanesa Morales