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«QUIEN TRABAJA POR LAS FAMILIAS DEBE SENTIR ANTES QUE NADA AMOR POR LAS FAMILIAS»

«El amor y servicio a las familias no tiene fronteras». Mons. Vitale cuenta cómo llegó Hogares Nuevos a Albania. Muestra la realidad familiar en Europa. Habla de la necesidad de las familias albanesas de conocer a Jesús y vivir sus valores. Deja un mensaje claro y definitivo a los jóvenes que optan por la vocación matrimonial. E insiste en que Hogares Nuevos es un instrumento de Dios para llevar al mundo la buena noticia del matrimonio y la familia.

Entrevista realizada a Monseñor Ottavio Vitale, Obispo de la diócesis de Lezhe, Albania, en el marco de su visita a Argentina en el mes de Setiembre, por invitación de Padre Ricardo Facci para conocer la Obra Hogares Nuevos.

¿Podría decirnos su nombre y edad? -Soy Monseñor Ottavio Vitale, tengo 60 años. ¿De dónde es originario? -Soy originario del sur de Italia, exactamente de Grottaglie, provincia de Terenzo en la región de Puglia. ¿Cuánto tiempo lleva viviendo en Albania? -Hace 26 años que estoy en Albania, primero como misionero y hace 13 años, como obispo. ¿Cómo es la realidad de la familia en Albania? – En Albania existe un fuerte apego a la familia patriarcal, es decir, los hijos casados aún viven con sus padres. Esta realidad se ve en los pueblos del interior, en las ciudades esto ha cambiado. Los padres seguirán siendo siempre el punto de referencia para los hijos a pesar de que estén casados. Esta tradición se convierte en una garantía para una buena relación entre los hijos porque los padres conservan cierta autoridad sobre la Familia y la de los hijos casados también. Por un lado, es bueno, pero por otro no da libertad a los hijos que desean independizarse de la familia y a veces se ven obligados a hacer lo que los padres dicen porque así es la tradición, o para conservar el prestigio de la familia. ¿Esta realidad sucede en las familias en general, independientemente de su credo? -Esto sucede un poco en todas las familias, sean católicas, ortodoxas o musulmanas. No hay diferencia desde este punto de vista. Para los albaneses, en general, son más importantes las tradiciones que la propia religión. ¿Qué otro aspecto se puede destacar con respecto a la sociedad albanesa? -Hay un aspecto que desafortunadamente es un problema en la sociedad albanesa, la venganza, es decir, cuando ocurre un asesinato, es la parte lesionada la que debe vengarse. Si no es posible vengarse de la persona que cometió el asesinato, se venga en los hijos, puede ser también sobre un niño. Esto se convierte en una cadena de uno contra otro. En este respecto, ¿cuáles son las acciones que se realizan desde la Iglesia? -. Nuestra Iglesia se busca fomentar la paz entre las familias. Son muchas las familias a las que se le ha logrado inculcar establecer la paz y poner fin a la venganza. También como un acto de juramento ante la Biblia y el Crucifijo que es muy importante para los albaneses. La venganza que concierne a los católicos es algo que sorprende. Es precisamente entre los católicos que existe esta tradición de venganza, la ven como un deber y no se sienten culpables ante Dios. Saben que es algo que se debe hacer o de lo contrario pierden el respeto por el honor de la familia. No es fácil de erradicar, pero se ha ido avanzando. ¿Cómo son las familias católicas en relación a la Fe? -También son muy apegadas a las tradiciones, sobre todo los ancianos. Tradiciones que a veces no van con las pautas de la Iglesia. Desafortunadamente en Albania no se conocía el Concilio Vaticano II, debido a que estaba el régimen comunista en ese momento, permaneciendo así las tradiciones pasadas. Es importante mencionar que la familia albanesa, sobre todo en la época del régimen, ha conservado la fe gracias a los ancianos que durante ese tiempo la transmitieron en secreto a sus hijos, enseñando las oraciones, la señal de la Cruz antes de ir a dormir. Eso mantuvo la fe, de lo contrario hubiese sido arrasada por completo. La tradición ayuda a transmitir la fe y a renovarla. Es un pueblo que está en camino. ¿Cómo conoció Hogares Nuevos en Albania? -Surgió así, yo estaba en búsqueda de un movimiento que tuviera un vínculo particular con la familia y que trabajara sobre todo por la familia. Así invitarlos a Albania para realizar algún encuentro en nuestra diócesis, aportarnos ideas e iluminarnos. Entonces, el Dicasterio para los laicos, la familia y la vida, me indicó Hogares Nuevos. Escribí al padre Ricardo y le comenté mi deseo de hacer un encuentro con las familias de la diócesis, los sacerdotes y los religiosos para saber cómo trabajar con las familias. ¿Entonces…? -Los invité y vinieron a Albania. Vino el padre Ricardo y la hermana Mariana, y se realizaron esos encuentros. Como todos quedamos contentos, sacerdotes, religiosos y familias que participaron, me dije, ¿Por qué no dar continuidad? Invité al padre Ricardo a mandar alguien para formar una comunidad, con la esperanza de ver qué nos prepara el Señor. ¿Quiénes viajan? -Vienen a Albania conmigo el Hermano Sergio, seminarista futuro sacerdote misionero de la familia, y dos hermanas, Ángeles y Cecilia. Veremos lo que el Señor nos tiene por delante. ¿Qué es lo que espera de Hogares Nuevos? -Lo que espero es una renovación de la familia en Albania, no porque no haya nadie que trabaje por la familia, pero una cosa es tener muchos compromisos y que entre esos esté la familia, y otra cosa es tener como ÚNICO objetivo la familia, el matrimonio y los hijos. Eso es lo que espero, contar con personas que trabajen especialmente de eso y en forma particular. ¿Cómo comenzará la labor de los Misioneros? -Espero comenzar esta inserción en nuestra diócesis, claramente quien viene tiene que aprender el idioma. Por lo que al inicio en los primeros meses se dedicarán al idioma, a conocerla realidad, comenzar a tener los primeros contactos con las familias y luego iniciar algo máReplica Watches s específico sobre todo con las familias. Una vez que podamos sensibilizar a algunas familias para que formen parte del movimiento, extenderemos esto a las demás diócesis de Albania. Por lo tanto, sensibilizar a sacerdotes y religiosas para que conozcan también el movimiento y tengan contacto con otras familias en otras diócesis. E ir a todas las diócesis que nos inviten. En su estadía en Argentina este mes de septiembre recorrió junto al padre Ricardo Facci varias ciudades y escuchó muchos testimonios de matrimonios de larga trayectoria en Hogares Nuevos, ¿qué impresión causaron en Ud. estos matrimonios? En este breve viaje que realicé tuve la oportunidad de compartir con familias que desde hace muchos años forman parte del Movimiento. La impresión que tuve es la maduración de fe que tienen como matrimonios. Porque algunos de ellos tenían una vida de fe dominical, es decir, iban a misas los domingos y terminaba todo allí, el resto del tiempo lo vivían como familia. Gracias al Movimiento descubrieron que el Señor no sólo puede ser Señor del domingo, sino que cada día es importante la relación con Él, para enriquecer y reforzar la relación con la familia y poder llevar esto a otras familias. Esta es la Iglesia. La Iglesia no está formada por personas aisladas o matrimonios aislados que viven su propia fe, sino que está conformada de todos viviendo una misma fe. Estas familias han entendido eso y los frutos se ven en aquello que transmiten a sus hijos, quienes conocen al Señor y conocen al Movimiento. ¿Qué fue lo que más lo impresionó en relación a los matrimonios? -Lo que más me impresionó fue ver cómo estas familias siempre están dispuestas a dejar todo para compartir con otras familias momentos con el Señor, como la oración, la adoración eucarística, Sagrada Escritura y la experiencia compartida. Todo eso lleva no sólo a una madurez en la fe sino también a un mayor fortalecimiento del vínculo en la familia. Por lo tanto, gracias a esta inserción en el Movimiento se da la posibilidad de hacer experiencia común con las demás familias y en la misma familia con los hijos, fortaleciendo esta relación recíproca y de fe. Incluso los hijos que no conocen el Movimiento quedan involucrados gracias a la fe vivida por parte de los padres a nivel individual y con los demás. ¿Qué sucedería si esta experiencia de vida en familia y en comunidad se tradujera a todo el mundo? -Se lograría el propósito principal: permanecer todos juntos unidos al Señor y no cada uno por su parte. Porque como se nos enseña, nos hacemos santos todos juntos y no de forma individual. Esa era una mentalidad de la Edad Media cuando se pensaba que se podía ser santo por cuenta propia excluyendo a los demás, pensar en la propia santidad. Esa forma se extendió durante la Edad Media. Ahora, la Iglesia nos hace entender de otra manera, el Señor nos muestra otro camino: el de ser santos pero juntos. Por eso las familias conviven en relación de reciprocidad y vida común, donde todos podemos ser santos juntos porque todos somos miembros de la única Iglesia. ¿Qué mensaje le puede dejar a los laicos que trabajan por las familias? -Quien trabaja por las familias antes que nada debe sentir este amor por las familias. No es sólo una actividad externa a mí, sea porque yo vivo en una familia o porque no tengo familia. Un laico puede no tener una familia, pero trabajar por las familias y sentirlas propia. Esto es ser claramente como Jesús, quien dio todo de sí para donarse y dedicarse a los demás. El laico, casado o no casado, tiene una ventaja con respecto a nosotros los sacerdotes y las consagradas, porque mientras nosotros hemos dejado nuestra familia de origen para vivir otra experiencia de familia entre sacerdotes y consagradas, el laico tiene más posibilidad de conocer y compartir mejor con las familias porque vive en el mundo. El laico tiene la experiencia del mundo, vive la experiencia de quien trabaja, enseña, de quien educa a los hijos, es decir, tiene más contacto directo con la realidad que el mundo nos presenta. Nosotros (sacerdotes y religiosas) por más que trabajemos por los demás, tenemos una vida más diversa, que a veces nos hace no tener un contacto tan directo con los laicos y las familias. El laico es la persona calificada para trabajar, sobre todo con las familias, porque es quien tiene la experiencia de familia. ¿Qué mensaje les deja a los jóvenes, hijos de Hogares? -Yo formo parte de una cultura europea, italiana en modo particular, que, a diferencia de los países latinoamericanos, vive esta relación con la familia de manera diferente. Por ejemplo, en Italia un joven espera mucho tiempo para casarse porque no tiene trabajo o no vive una situación que le permita crear un contexto idóneo para poder casarse. Llegan al matrimonio con 35 años de edad, 30 los menos y a veces también con 40 años. No se encuentran los jóvenes que se casen con 20,22, 25 años, o sea, menores a 30. En Latinoamérica aún está la posibilidad que se casen más jóvenes. Mi mensaje es que no hay que esperar tanto para casarse porque la familia se vive desde que uno es joven y no recién cuando se llega a la edad madura, en la que se convierte aún más difícil la relación en el interior de la familia. Por otra parte, no es necesario exagerar como hacen algunos jóvenes que se casan con 16 o 17 años y no tienen la madurez para construir una familia. La edad es muy importante. ¿Y a los jóvenes que quieren formar una familia? -Que sepan que desde el momento que deciden y sienten la llamada al Matrimonio su deber tiene que ser el servicio a la familia y no ocupar un lugar. San Pablo nos dice: “Mujeres obedezcan a sus esposos, hagan aquello que les dicen”. Y a uno le puede parecer que la mujer tiene que ser esclava del hombre. Pero después San Pablo sigue: “Tú, varón debes amar a tu mujer”. Y ¿qué es el amor? El amor es servicio. El amor es quien se ofrece al otro y se dona para el otro. Entonces en la familia esto debe existir. Si falta esta relación de reciprocidad es como competir en el amor. Cada uno debe ocupar su propio lugar siempre como un servicio, no como poder. Que los jóvenes sepan amar a su mujer, y éstas a su esposo y puedan transmitir este amor a los propios hijos. Que tengan en el corazón el deseo de construir la familia; de donar a la familia, a la Iglesia y al mundo, los hijos. Porque hoy tantos jóvenes, lamentablemente quieren vivir un matrimonio sin hijos o con pocos hijos para no tener problemas ni preocupaciones. Por el contrario, es necesario ser abiertos a la vida. No preocuparse de cuántos hijos el Señor querrá mandar, sino acogerlos porque son un don de Dios para la familia, para el mundo entero y para la Iglesia. ¿Qué conclusión deja a los jóvenes sobre la vocación al matrimonio? Los jóvenes que sientan la vocación al matrimonio la deben sentir en todo y no solo por algunos aspectos, por ejemplo: “porque ama a aquella mujer”, o porque “ama a aquel hombre” y se cierra solo en esto sin abrirse a la vida. Se tiene que sentir esta vocación realmente como un don del Señor que lo llama a abrirse a la vida y a ofrecerse al otro, para que el Señor pueda realizar con ellos aquello que es lo mejor para todos. Siempre con esta apertura hacia el otro, no cerrarse en ellos mismos, en ser sólo para la propia familia, sino ser también una familia para las familias. Entonces, ser abiertos hacia los demás y esto respecto a Hogares Nuevos que es el camino necesario para caminar. Crear familias para las familias y así poder llegar al punto de formar la gran familia, que es la familia de Dios.