Faltando días de un aniversario de haber iniciado una etapa en que la familia toda transitamos un gran dolor, tristeza, pero a la vez esperanza, vienen los recuerdos de los inicios de nuestro matrimonio con Víctor, nos embargaba entusiasmo y felicidad por la vida que emprenderíamos juntos.
Pasaron los primeros años de una vida un poco alejada de Dios, nacieron nuestros tres hermosos hijos, María Edith (Tachi), María Soledad y Eduardo, pero Él se fijó en nosotros y recibimos aquella invitación. Víctor decía: “somos tan pecadores que, habiendo tantos matrimonios, ¿nos invitan?” Desde un principio comprendimos, era de Dios. Fue un Sí rotundo de nuestra parte porque estábamos en búsqueda de algo…
Como a muchos otros les pasó, nuestro cambio fue paulatino pero total, nuestros hijos, familiares y amigos se dieron cuenta, nosotros nos sentíamos muy bien. A medida que nos formábamos comprendíamos que Hogares Nuevos era nuestro lugar a servir; desde el principio nos conmovió la espiritualidad dónde se vive la humildad, la alegría y el servicio con amor.
Nuevamente el Señor tocó nuestra puerta, dijo Víctor: “¿seguimos tan pecadores?” A nuestra hija mayor María Edith, Dios la llamó a la Vida Consagrada.
Muchos años de servicio, de entrega, de anécdotas, de historias que contar, en este recordatorio deseo hacerle un homenaje a mi amado esposo Víctor, recordando cómo era él. Nuestra hija María Edith daba gracias a Dios porque su vida fue una certeza del Amor con que DIOS NOS AMA, PORQUE CON SU VIDA Y FE, encendió en ella la fe, un gran maestro de oración.
Una persona muy querida le recordaba como una persona pragmática, sencilla, de gran fe, una alegría a toda prueba, bromista y de risa fácil, era así, incluso en nuestro hogar, con nosotros, siempre dispuesto a servir. De mucha generosidad, fuimos enterándonos de lo mucho que hizo silenciosamente.
Pero, la enfermedad puede ser uno de esos retos que parecen desafiar todo: se le manifestó un problema respiratorio como consecuencia de una insuficiencia cardíaca tipo IV, con otras serias complicaciones. Una situación límite que me tocó sobrellevar junto a mis hijos, varios meses, siendo muchas veces insoportable el sufrimiento de todos, porque es cierto que la impotencia y el desespero reinan en el corazón del que está llamado a consolar, a cuidar.
Comprendí que de esto se trata realmente EL AMOR; que cuando todo se pone oscuro, cuando todo parece ir de mal a peor, pero con el cuidado prodigado, la contención y la paciencia podemos hacer saber al otro que se puede perder todo en la vida, pero no así el amor.
La manifestación de Dios en nuestro hogar en esta etapa tan dura a través de consagrados/as, personas amigas, hermanos de Hogares Nuevos, médicos, enfermera con una humanidad que no siempre se encuentra. Solo Dios hace esto.
Fue un tiempo de oración continúa, de esperanza en el sentido de que él sea perdonado de sus errores, de sus pecados. Rezábamos por él y con él. Momentos muy pero muy duros, porque había días en que parecía dejarnos, pero no había llegado el momento que Dios ya tenía planificado.
El Señor eligió una fecha para él, un día muy especial para la Obra, una Obra que Víctor amaba profundamente, el Movimiento por el que los dos, dimos nuestra vida, porque Hogares Nuevos no solo nos transformó, también a nuestra familia.
Aunque tengamos sonrisa en los labios, se sabe que no es felicidad. La ausencia es grande, el vacío enorme, pero con la certeza de que descansa en los brazos del Señor. Para nosotros misión cumplida, le entregué a Dios como el mejor del cielo, estamos en paz.
Estela Trigo de Gamarra