El amor basado en la fidelidad.
¡Qué gran misión la nuestra, padres y madres de familia! No lo olvidéis nunca: «El futuro de la humanidad se fragua en la familia» (Familiaris Consortio N° 86). El Papa ha venido para pediros, en nombre de Dios, un empeño particular: que toméis con sumo interés la realidad del matrimonio y la familia en este tiempo de prueba y de gracia; porque «el matrimonio no es efecto de la casualidad o producto de la evolución de fuerzas naturales inconscientes; es una sabia institución del creador para realizar en la humanidad su designio de amor» Humanae Vitae, n°18.
Sin embargo no faltan signos de preocupante degradación, respecto a algunos valores fundamentales de la familia. «En la base de estos fenómenos negativos está muchas veces una corrupción de la idea y de la experiencia de la libertad, concebida no como la capacidad de realizar la verdad del proyecto de Dios sobre el matrimonio y la familia, sino como una fuerza autónoma de afirmación, no raramente contra los demás, en orden al propio bienestar egoísta» (Familiaris Consortio n°6)
Nosotros sabemos con la segura certeza del que «ama y conoce a Dios» (cf.1 Jn 4,7), que no existe auténtica libertad cuando esta se contrapone al amor y a sus exigencias que no existe verdadero respeto por las personas, si se contradice en el designio divino sobre los hombres.
Oponeos, pues, resueltamente con vuestra palabra y con vuestro ejemplo, a cualquier intento de menoscabar el genuino amor matrimonial y familiar. Precisamente porque el mundo está viviendo momentos de oscuridad y desconcierto en el campo de la familia, debemos pensar, queridos hijos, que es un momento propicio: el Señor ha tenido confianza en vosotros, y os ha destinado a que, aún en medio de las dificultades seáis testigos de su amor por los hombres, del que deriva todo verdadero amor conyugal.
«No os intimidéis por nada, ni os acobardéis, porque Dios es nuestra esperanza» (cf. Eclo 34, 14). Luchad con empeño y valentía las batallas del amor. Una lucha que debe empezar en vosotros mismos y en nuestras familias, para desterrar egoísmos e incomprensiones; una lucha que procura ahogar el mal en abundancia de bien (cf Rom12,17)
El amor matrimonial es ciertamente un gran don en el que dos seres humanos, hombre y mujer, se entregan recíprocamente para vivir el uno para el otro: para sí mismos y para la familia. Consiguientemente, ese don es de agradecer al Señor, siendo conscientes de él y conservándolo en el corazón.
Hay quienes se atreven a negar, e incluso a ridiculizar la idea de un compromiso fiel para toda la vida, esas personas podéis estar bien seguros desgraciadamente no saben lo que es amar: quien no se decide a querer para siempre es difícil que pueda amar de veras un solo día.
No admitir que el amor conyugal puede y exige durar hasta la muerte supone negar la capacidad de autodonación plena y definitiva; equivale a negar lo más profundamente humano: la libertad y la espiritualidad.
San Juan Pablo II. (Homilía 8 de Abril 1987, Córdoba, Argentina)
Estas sabías palabras de nuestro carísimo San Juan Pablo II, parecen leer e iluminar sin dudas las realidades que hoy imperan, él imprime el sello del amor de Jesús, dejando en claro que no hay amor posible si no es fiel. Hay gran necesidad de volver sobre estas enseñanzas que están en los mismos documentos de la Iglesia, para poder descubrir «el por qué» -no- a las tantas posibilidades que hoy se presentan como buenas, cuando en realidad se está rompiendo lo esencial, la familia.
Pidamos a Dios la gracia para ser siempre portavoces que invitemos a la fidelidad y no a la infidelidad. Que podamos siempre dar respuesta buscando siempre la fortaleza en la oración confiada a Cristo y en la Eucaristía presencial real que derriba toda división. Invoquemos a Maria Reina de la Familia, Reina de Nuestro Hogar, ella siempre nos sostiene y nos cuida en su amor.
Hna Vanesa Morales.