Mientras algunos consideran que esta es la peor época para considerar una vocación consagrada o sacerdotal, desde la óptica del Papa san juan Pablo II, lo veo como el tiempo más deseable que alguien puede tener para percibir una vida como un hermano, hermana, sacerdote, diácono o laico consagrado. ¿Por qué?
Porque Dios continúa llamando. Aún en momentos difíciles, Dios llamó por ejemplo a Teresa de Ávila, san Francisco de Asís, Catalina de Siena. Ellos vivieron en forma radical el Evangelio en medio de una Iglesia que sufría.
Porque la Iglesia necesita una generación nueva. Nuestra Iglesia necesita la creatividad, idealismo, fe y espiritualidad de una nueva generación de sacerdotes, de consagrados y consagradas.
Porque la Iglesia y el mundo necesitan jóvenes que quieran dar lo mejor de sí mismos. La iglesia necesita el continuo testimonio de hombres y mujeres jóvenes que quieran dar lo mejor de sí mismos por la santidad al vivir una vida de castidad, obediencia y pobreza.
Porque es un camino de alegría. Hay retos y sacrificios, pero también hay una gran alegría de saber que estás siguiendo la voluntad de Dios para ti y que estás marcando una diferencia en la Iglesia y en las vidas de otros.
Fuente: “El desafío de ser un joven cristiano hoy”, Ricardo E. Facci y otros autores.